Crítica y hambrienta se ubica entre nosotros.
Imperdonable para aquellos que les implica tiempo.
Pérdida de la esperanza para otros pocos.
Y nos aferramos a lo utópico que sería derrotarla.
La distancia consume nuestra esencia.
Embriagante deseo que se disipa poco a poco,
cómo el vapor que se eleva sobre la superficie marina,
cómo la visión en el crepúsculo del anochecer.
Creeré hasta el final, cómo insulsos fervientes religiosos,
cómo si todo fuera parte de un plan mayor.
Esta separación me produce cierta excitación, que
al intentar vencerla, crece.
Y esta lejanía me da razones para seguir, que
al intentar darles certeza, perezco.
Y en tú lecho esperas inquebrantable, impávida.
Y en las últimas horas te encuentras denodada, inasequible.
Cuanto más difícil se vuelve
más cerca de terminar me parece.
Pero no me acobardo, pues el inexorable tormento me ha vuelto estoico.
Carente de cualquier atisbo de ser capaz de asimilarlo
me sumerjo y escondo bajo tus ropas.
¿Hueles? Es el dulce aroma de los rojos tulipanes que juntos plantamos.
En su amarillenta senescencia nos anuncian la llegada de quebrantos.
En el horizonte se ven, rebosantes de alegrías.
¿Crees que ésta es la forma adecuada?
Entre anémonas de jardín y extraordinarias caléndulas
te yergues elegante, como la flor más hermosa.
En la curva final, donde quedo un retaso de locura
me aferro a lo que podría ser, a lo que ha sido
y a lo que jamás será.
Y con elocuencia redacto mis últimas frases.
Escapemos a los escarpados valles de la fascinación.
Donde quedemos ocultos por el tiempo y los trémulos alelíes nos cubran.
Incursionemos en la belleza de esos paisajes creados en detalle,
en una manifestación de nuestras aspiraciones.
Volvamos a creer en la imposibilidad de
imaginar que todo es posible.
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