sábado, 8 de octubre de 2011

Fugaces, intrigantes.

Es la vida que elegimos vivir,
son esos momentos que no atrevemos a olvidar.
y sin disimulos me atrevo a decir
que ya no pretendo cambiar.


Y se escapan raudos y sin vestigios,
aunque intentamos retener.
Aunque intentamos mejorar,
la vida se nos escapa por entre los dedos.


El eterno presente no nos permite desear
más que efímeros sueños.
Y el deseo nos obliga a necesitar
obsesiones sin remedios.


Y te escapas,
y te escondes
tras esos fugaces momentos,
tras esas miradas perdidas.
Esas perdidas historias sin fin.
Y tal como el impertérrito ciprés,
atenuado y amarrado al suelo,
te alejas aplastada por el tiempo.


Y al final, solo unos segundos,
esos segundos donde se cruzan
las miradas perdidas,
las almas deseosas. 
Solo esos segundos son suficientes 
para arrastrarme al precipicio. 
Y no, no tengo miedo,
estoy dispuesto a caer. 



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