sábado, 7 de enero de 2012

My body is a cage ♫

Serrano


Te contaré una historia, ésto le ocurrió a un conocido mío (un tipejo que solía llorar mucho, demás está decirlo, podrán suponerlo luego). Me lo encontraba un par de veces en la calle, de camino a la plaza donde suelo alimentar a esos feos pájaros, bien elocuente, un poco efusivo la mayoría de las veces. Caminaba arrastrando esa bolsa de género sucio, nunca supe que arrastraba. Llevaba una camisa de la misma costura que su bolsa, sus pantalones manchados de caminatas en círculos y siempre llevaba sus zapatos bien lustrados y con un abrigo diferente (al menos a mi parecer). No era viejo, ni joven, como decirlo, no se podía saber si acaso, se conservaba bien para la edad que tenía, o se veía demasiado viejo para ser tan joven, pero yo lo sabía, él tenía 89 años. Siempre saludaba con la más pulcra sonrisa, con o sin dientes, no había sonrisa igual. Rayando en la esquizofrenia, caminaba todos los días por los mismos pasadizos(me dediqué a seguirlo por curiosidad un par de veces), como si tratara de encontrar la salida a un laberinto.
Solía sentarme en la misma banca en la plaza del centro de vuelta del trabajo, que era casi como un parque para mi, ahí alimentaba a eso feos pájaros y siempre lo veía de la misma forma, de traje y con los zapatos polvorientos, casi arrastrando la zuela y cansado. Pareciera que se moviera a tientas entre los arbustos, siempre me causo un poco de pena. Tan joven para envejecerse tan rápido.
Los extremos en esta vida son malos, siempre me lo han dicho, y yo lo creo. Resulta increíble que al crecer (envejecer) más nos agrada la idea de creer a ciegas. Bueno, mi conocido no era la excepción. El con sus zapatos caros y siempre bien peinado, arrastraba esa locura ardiente de entender. Y en éste laberinto de cemento se perdía, y nadie, nadie sabía que buscaba, a veces recorría las calles transversales de la ciudad de forma alfabética, otras zigzagueando, unas cuantas las impares, y a veces solo la primera y la última, y lo repetía pero al revés. Todos lo miraban como un extraño, pero a mi me parecía un vagabundo mago, como si lo hiciese por una razón fehaciente ¿De qué escapaba? ¿Donde estaba atrapado? Esas eran las inquietudes, o si simplemente estaba jugando...

Vesania

¿Quién estaba verdaderamente loco? ¿El narrador o su conocido? La gente los veía pasearse horas en una especie de juego incansable. 'Mírenlos correr desnudos!' Gritaban los niños y los perseguían y azuzaban, se burlaban de ellos y los seguían persiguiendo. Al fin y al cabo estaban todos locos, de la médula. Todos corrían, unos tras otros, se abrazaban, despedían, saludaban, corrían, caminaban, respiraban, disparaban, se mataban, eran cuerdos, se comparaban, lloraban, corrían, saltaban, cantaban, alababan, maldecían, jugaban, peleaban, bailaban, creían, y cantaban, por sobre todo cantaban y lloraban.
Eran conocidas las extravagancias del pueblo, carnavales todas las noches, muchas fiestas y suficiente alcohol y estupefacientes. No, nadie se salvaba, ni tú, ni yo, de la vesania de ese mundo, y nos arrancamos a éste, que, permítase decirlo, señorita, señor, está mas vuelto de cabeza del que hemos intentado arrancar.

Del mundo real, al irreal, hay una sola diferencia, y es que el primero, es lo que creemos ver, y el segundo, es el que deseamos ver. Al final, ninguno de los dos existe.

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