lunes, 30 de enero de 2012

Libélulas

Planea, a lo lejos, planea. A ella siempre le ha gustado volar. Siempre iba por sobre las cumbres. Nunca aterrizaba, o al menos, yo no la veía.
Sentado sobre el asfalto polvoriento y caliente me dedico a observarla. Vuela, siempre vuela. La imagino cantando con voz muda ahogada por el ruido de ese motor que la impulsa. No, no es la primera vez que pasa por encima de mi cabeza.
Me pregunto si acaso será capaz de verme, pero creo que no, de seguro está mirando hacía arriba, deseando ir más alto. Y sube, y sube, hasta que el motor tiembla y la obliga a descender. Que se tome su tiempo, digo, aunque en ello se le fuese la vida, el cielo seguirá sobre ella. Las estrellas no se caerán, tienes toda la vida para alcanzarlas, le digo, como si alguien en éste mundo pudiera oírme, como si alguien en este mundo pudiese testificar que yo le advertí, que yo le amé.
De un día para otro no se apareció más. Se perdió en las nubes. Desapareció el ruido de las aspas y, como imagino que sería, tomo su transbordador y se fue a la luna, donde se encontrará con personas como ella, deseosas de conocer las constelaciones.
Mientras la veo brillar muda directo sobre mi frente, me conformo con mi cigarro, la brisa, y la sonrisa que me espera si algún día me decido a subir, con ella.

Para Clara, cuyo corazónse detuvo
por nunca dejar de volar.

jueves, 19 de enero de 2012

Caminando sobre hojas.

No existen mas motivos que los conocidos.
No hay sombras bajo el sol de medio día.

Mañana amanece como cualquier día,
pero algo diferente vuela en el aire.
Caen las hojas los arboles
y las pisadas se marcan sobre ellas.
Es el silencio sobrecogedor
amortiguado por difusas sonrisas
que nadie es capaz de ver.
Ahí estas, pequeño ángel,
ni aunque siguiera tratando
de encontrarte en estos versos
nacidos de un estereotipo insignificante,
ni aunque siguiera tratando
de buscarle un significado,
debo decirte

que nadie deja huellas
en las hojas secas
como tu.

Y ahora como digo esto sin que te asustes.
Siempre tuve razón,
los ángeles si existen.

Tu me entiendes ¿No?

miércoles, 18 de enero de 2012

Cirios

Tiritan las velas acabándose.
Caen a pedazos los pétalos de lirios
sobre la piel erizada
de aquellos autores sin lágrimas.
Vuelan y se esparcen las cenizas
del amor consumado en las literas,
de los más diversos colores.

Los hay flotantes, al igual que los astros colgantes.

Los vemos cruzar la calle, creyendo que es fácil
y que es cosa de suerte.

Aprendemos a respetarlos y odiarlos con algo de envidia.

Muchas veces insinuamos no quererlo,
que no nos hace falta.

Los hay aterrizados, y bajo tierra,
tan ocultos como los secretos de la inconsciencia.

Vamos a encontrarlo, en un lienzo, en la armonía,
en los momentos o en la sabiduría.
Vamos a abrazarlo con miedo y alevosía,
desarmándolo con minuciosa consistencia
y transformándolo en monarquía.
Lo encontramos en la monotonía,
esa misteriosa costumbre del día a día.

Los hay nostálgico, como la niñez,
y dulces como azúcar rubia.

Los hay tristes y constantes.

Y los hay como el mio,
como cirios extinguidos,
como los ojos cerrados
de un ciego en un cuarto oscuro.
Con irrevocables condiciones,
que se aman como aman
los antárticos emperadores,
como un historiador
ama las revoluciones.
Como tú amas
la libertad, y éstas conversaciones.


Aún queda demasiado por hacer.

viernes, 13 de enero de 2012

Charybdis

En un viaje a algún sitio lejano, cualquiera se asusta. Ese miedo a lo desconocido resulta tentador para muchos, '¿Qué habrá tras la siguiente curva? ¿Qué ocurrirá si doy un paso más?'. El emprender un nuevo rumbo nos despierta ese vértigo sinuoso frente a la altura de miras, frente a las posibilidades, en esa colisión de las experiencias pasadas contra los anhelos.
Pero te decides, a pesar de todo te decides a caminar por la pedregosa y afilada ruta. Tomas tu barco, proa al horizonte, justo allá donde el sol cae y duermen las estrellas, y bajas los remos (pues tu haces todo, conduces, izas las velas, y lo más importante, remas). Oh, pobre pirata improvisado que busca su tesoro. ¿Pobre? No, para nada, valiente, y no hay virtud que enriquezca más que la valentía. Tú eres el pobre, que prefiere tener los pies seguros a la tierra, aferrándote a lo que tienes, en vez de permitirte navegar en busca de lo que quieres. Como decía, se pierden de vista las costas y todo se reduce a sal y sol, sal y sol, sal y sol, sal y sol, e incertidumbre, dudativa y constante incertidumbre ¿Qué cursos seguirás ahora? Aquí, en nuestro mundo, no hay brújulas, solo nos queda el instinto.
Muévete y busca islas, busca tesoros, algo a lo que cuidar, pero no lo atesores en ti, no, no lo aferres, a veces es preferible dejarlo antes de que te desencante. Abraza la brisa en la cumbre y besa la fría selva. Vívelo, como errante humano que eres, pues a las islas de los recuerdos no se puede volver, inténtalo, que aquí te espero, para cuando encalles en las costas del silencio, cuando sobre esta saliente grites ayuda a las divinas profundidades azul cristalinas.

Scylla.

¿Cuánto puede soportar ser una historia repetida? Este es un mundo construido a base de leyendas, mitos, injurias, mentiras, ilusiones, esperanzas y más que cualquier otra, un mundo construido a base de personas ciegas a voluntad. Déjame mostrarte estas sucias manos, de duras cicatrices, de voluntario trabajo. Vamos, subamos a la balsa que he construido, vamos, es firme. El impertérrito océano se mese al ritmo de los tulipanes del valle que alguna vez pisé, y canto una vieja canción abandonada tras algún traspié, o una excusa.

'Traigan las sogas,
tomen las drogas
y no esperen ser certeros,
eso solo pasa en juegos.

Ésta debiese ser la manera correcta,
La manera en las ninfas bailan,
la manera en que las hojas se secan
y como el mar bailan.

La soledad se vuelve arma de doble filo, la nostalgia se vuelve la única fuerza y luchas por encontrar algo que sea solo tuyo.
Es Charybdis, que se acerca con brazos tormentosos. Pululando, mortal, pero amable, se acerca y se oye el susurro del agua cayendo en el abismo.
Cuando emprendes un viaje sin retorno es él quien te espera al final de la historia, en cualquier parte del recóndito ondular, el abismo te encuentra, y lo único que te puede librar, es el canto de alguna hermosa sirena.

Charybdis.

"Y lo peor de todo, le tengo fobia aterradora a morir ahogado".


sábado, 7 de enero de 2012

My body is a cage ♫

Serrano


Te contaré una historia, ésto le ocurrió a un conocido mío (un tipejo que solía llorar mucho, demás está decirlo, podrán suponerlo luego). Me lo encontraba un par de veces en la calle, de camino a la plaza donde suelo alimentar a esos feos pájaros, bien elocuente, un poco efusivo la mayoría de las veces. Caminaba arrastrando esa bolsa de género sucio, nunca supe que arrastraba. Llevaba una camisa de la misma costura que su bolsa, sus pantalones manchados de caminatas en círculos y siempre llevaba sus zapatos bien lustrados y con un abrigo diferente (al menos a mi parecer). No era viejo, ni joven, como decirlo, no se podía saber si acaso, se conservaba bien para la edad que tenía, o se veía demasiado viejo para ser tan joven, pero yo lo sabía, él tenía 89 años. Siempre saludaba con la más pulcra sonrisa, con o sin dientes, no había sonrisa igual. Rayando en la esquizofrenia, caminaba todos los días por los mismos pasadizos(me dediqué a seguirlo por curiosidad un par de veces), como si tratara de encontrar la salida a un laberinto.
Solía sentarme en la misma banca en la plaza del centro de vuelta del trabajo, que era casi como un parque para mi, ahí alimentaba a eso feos pájaros y siempre lo veía de la misma forma, de traje y con los zapatos polvorientos, casi arrastrando la zuela y cansado. Pareciera que se moviera a tientas entre los arbustos, siempre me causo un poco de pena. Tan joven para envejecerse tan rápido.
Los extremos en esta vida son malos, siempre me lo han dicho, y yo lo creo. Resulta increíble que al crecer (envejecer) más nos agrada la idea de creer a ciegas. Bueno, mi conocido no era la excepción. El con sus zapatos caros y siempre bien peinado, arrastraba esa locura ardiente de entender. Y en éste laberinto de cemento se perdía, y nadie, nadie sabía que buscaba, a veces recorría las calles transversales de la ciudad de forma alfabética, otras zigzagueando, unas cuantas las impares, y a veces solo la primera y la última, y lo repetía pero al revés. Todos lo miraban como un extraño, pero a mi me parecía un vagabundo mago, como si lo hiciese por una razón fehaciente ¿De qué escapaba? ¿Donde estaba atrapado? Esas eran las inquietudes, o si simplemente estaba jugando...

Vesania

¿Quién estaba verdaderamente loco? ¿El narrador o su conocido? La gente los veía pasearse horas en una especie de juego incansable. 'Mírenlos correr desnudos!' Gritaban los niños y los perseguían y azuzaban, se burlaban de ellos y los seguían persiguiendo. Al fin y al cabo estaban todos locos, de la médula. Todos corrían, unos tras otros, se abrazaban, despedían, saludaban, corrían, caminaban, respiraban, disparaban, se mataban, eran cuerdos, se comparaban, lloraban, corrían, saltaban, cantaban, alababan, maldecían, jugaban, peleaban, bailaban, creían, y cantaban, por sobre todo cantaban y lloraban.
Eran conocidas las extravagancias del pueblo, carnavales todas las noches, muchas fiestas y suficiente alcohol y estupefacientes. No, nadie se salvaba, ni tú, ni yo, de la vesania de ese mundo, y nos arrancamos a éste, que, permítase decirlo, señorita, señor, está mas vuelto de cabeza del que hemos intentado arrancar.

Del mundo real, al irreal, hay una sola diferencia, y es que el primero, es lo que creemos ver, y el segundo, es el que deseamos ver. Al final, ninguno de los dos existe.