Y no encuentro sosiego ni desahogo,
ni si quiera efímera calma o cruda desesperación.
Me meso sobre un limbo de engaños,
sobre papel color asfalto.
Vestida de días demás
y sobrantes noches estrepitosas,
se cierne la idea, la cruel idea,
doblegándome, obligándome,
sobre papel color azul cielo.
Inertes lineas que bailaron alguna vez
yacen rectas sobre la cárcel que sobre mi yerguen
estas ideas vanas, insalubres.
¿Y en la consciencia tendrá presente
que por culpa suya
soy todo lo que ahora ven?
Un escéptico,
un insensible,
un rencoroso,
un amedrentador de almas y
por sobre todo,
un desahuciado,
como quién es consciente de su vulnerabilidad.
Y la culpa es de ella,
de aquella que choco contra mi
en estridentes explosiones,
quien me empujo a la orilla de este mundo
en un frenesí de emociones,
de ella, que alimento la catarsis,
de un alma incolora a la que por sobre cualquiera
le hizo conocer la máxima felicidad.
Y aquí me encuentro en una caja
tambaleándome sobre la realidad sin mayor sentido.
He de seguir, aunque solo sea para morir.
He de vivir, para decir que valió la pena,
que el paso del tiempo no es superfluo,
que es una historia para contar.
He de vivir el resto de mis días sabiendo
que podría ser el último paso que daré.
Pero que sepas que eres tu
quien me cambio irremediablemente.
Eternamente, mi gran amor.